La Eternidad Es Un Instante (2015-17)

Camara Canon5Dmark Ill / Years of production 2015-2017 / Project location Lima, Perú

Work In progress
Proyecto realizado en Lima, Perú.

Este proyecto habla de una manera contemplativa y poética sobre lo efímero y el tiempo. Nada es permanente.

La Eternidad es un Instante retrata lugares de Lima que han sido importantes en determinada época de nuestra historia pero que luego, por motivos diversos, han sido abandonados, ocupados, convertidos en ruinas, o simplemente se han transformado en algo completamente distinto.

El esplendor, el éxito, incluso el amor y los vínculos más profundos, pueden variar y desaparecer en un instante.

-En el km 118 de la Panamericana Sur se encuentran los restos de la Riviera Francesa y de la Italiana: el proyecto caído de un condominio lujoso frente al mar, que hoy es un pueblo fantasma hecho escombros, luego del terremoto de Pisco del 2007.

-Santa Elisa, situado en el corazón del Centro de Lima, que en los años 60’s fue la primera Cooperativa de ahorros y la más importante de Latinoamérica, cayó en la miseria y en la marginalidad luego de la crisis económica de los 80`s.

-San Andrés, el primer hospital del Perú y Sudamérica,y donde se dice, estarían enterradas las momias de los Incas Pachacútec, Túpac Yupanqui y Huayna Cápac.

La Hacienda Santa Bárbara, La Casa Buque, La ex casa presidencial, son también  algunos ejemplos de los lugares fotografiados, todos retratados de manera distinta, ya que cada uno tiene su propia historia e identidad.

Curadora: Susana Torres
2017
“La ciudad transformista”

El concepto de lugar, según algunos diccionarios, remite también a un sitio ocupado. O lo que puede ser ocupado por cualquiera. El espacio que se define por su apropiación.

A veces el sujeto de esa apropiación es la sola mirada. O su registro. Así lo sugiere la expansiva labor fotográfica de Teresa Bracamonte. Una presencia aún nueva en la escena limeña, aunque ya reconocida por sus retratos de quienes hacen suyas las identidades sexuales que supuestamente les son ajenas. Incursiones en los territorios escarpados del cuerpo que se traviste. Y lucha. Incluso contra sí mismo. Las tomas así obtenidas nos hacen reflexionar, de otra manera, sobre géneros, clases, razas. Y sus construcciones superpuestas. Invadidas.

Ese logro artístico es producto de una empatía vivencial. La vinculación directa ––a veces la convivencia–– con las historias personales que la cámara absorbe y traduce en imágenes. Desde sus lugares propios, impropios, apropiados.

Contra toda apariencia, no es del todo distinta la operación que ahora Bracamonte ensaya al sorprendernos con una exposición de paisajes. O más bien espacios, siempre diversos pero análogos en su desolación. Desolados pero no deshabitados, pues el propio abandono los habita, poblándolos de marcas y de rastros. De lo que fue y de lo que vendrá. Escombros que las invasiones tornarán cimientos. Huellas de una memoria incierta, inacabada, inquietada por el encuadre de estas fotografías. El enfoque que hace de los restos anodinos una ruina moderna.

Estos paisajes son también retratos. Y la semblanza que en ellos asoma es la de la ausencia. Y sus reversiones. El negativo de presencias truncas pero preservadas, paradójicamente, por el deterioro y sus señas. Personales siempre, pero además históricas: algo de nuestro fracaso social asoma en el repertorio inagotable de construcciones inconclusas. De todo tipo, en todas partes. Desde el casco histórico de las urbes hasta la urbanización fallida de los balnearios que las circundan. Diferenciadas por su entorno, pero homologadas por sus detalles. Como en un palimpsesto: lo que se pierde y lo que se adiciona, en un solo lienzo. A veces el de las propias paredes, retratadas en su acumulación complementaria de grietas antiguas y de inscripciones nuevas.

Incluso de un perfil dibujado de la ciudad que se transforma.